Por la calle de Alcalá

No hay color. El programa de radio más escuchado en Catalunya por las tardes es “Versió RAC 1”. Cada viernes, de cinco a seis, intento estar en el coche para no perderme la desternillante tertulia futbolística que Toni Clapés monta con Guasch y Guasch. La semana pasada se produjo un hecho curioso. Hablaban de las noches radiofónicas y nadie del equipo del programa, ni Quique Guasch, recordaban el nombre de ningún gurú radiofónico español de la medianoche, más allá de José Ramón de la Morena. Sabían, sí, que antes del desembarco de los periodistas de la SER en la COPE, los obispos tenían a Abellán en la lucha deportiva nocturna. Pero, hasta que no lo miraron en internet, nadie supo decir que el conductor actual era Juan Antonio Alcalá. Tendría su público, sí, sobretodo en España, pero la influencia en Catalunya era tan escasa que su nombre, su voz y su cara eran la de un auténtico desconocido.

Pues bien, sólo tres días después, mira por donde, no se nos olvidará jamás el nombre de Juan Antonio Alcalá. Su error de bulto, haber puesto en marcha el ventilador de echar mierda sobre el Barça (y el Valencia) con la insinuación del dopaje le ha puesto en el mapa de los comunicadores españoles. Se ha subido al pedestal con una calumnia que daña la imagen del Barça justo cuando está en su mejor momento de prestigio mundial. A pesar de las disculpas del periodista ante el revuelo, el club debería ir hasta al final con las acciones legales contra Alcalá y la COPE como hizo en su día con las dudas que también sembró el diario francés “Le Monde”. Las demandas y las querellas no se amenazan, se interponen.

No soy quien para dar lecciones de periodismo a nadie. El profesional que no se haya equivocada alguna vez, que tire la primera piedra. Todos nos hemos fiado en alguna ocasión de alguna fuente que nos ha utilizado, nos ha intoxicado, y luego nos ha dejado con el culo al aire. El si te he visto no me acuerdo que le ha pasado ahora a Alcalá con “gente a muy alto nivel directivo del Madrid” nos puede haber sucedido a todos. El pecado es no contrastar la información. Pasarle el muerto como ha hecho Alcalá a su fuente del Real Madrid ni sirve, ni vale, ni es excusa. Sobretodo, porqué el Madrid, en un juicio, va a negar que tuviera la intención de pedir unos controles de dopaje más rigurosos porqué sospecha del Barça y de los doctores de “dudosa” reputación. Dice Alcalá: “Si a mi me lo cuentan, creo que mi obligación es contarlo”. Ahí está la trampa. De lo que nos filtran/cuentan/sueltan/intoxican nuestras fuentes no contamos ni una cuarta parte porqué, en la gran mayoría de los casos, ni lo podemos demostrar ni lo podemos contrastar. No todo vale. Tenemos que alejar el deporte y la rivalidad de estos derroteros. Convendría, también, alejar el periodismo de los dimes y diretes absolutamente interesados. No nos debemos dejar arrastrar por la calle de Alcalá. Ni por la de Florentino.